A la espalda de la Cruz Mayor, existe un pabellón destinado para niños. La mayoría parvulitos, muchos de ellos hijos de extranjeros afincados en el Callao, quienes morían por infecciones, por el clima propio del primer puerto o por las numerosas epidemias. Cabe mencionar que para los niños se construyeron especialmente estos pabellones denominados angelorios, en donde las lápidas son de armonioso diseño y algunas de sus leyendas, se encuentran en otro idioma.
Las costumbres desarrolladas por la muerte de un niño, consistían en celebraciones compuestas por procesiones, que incluían cánticos, danzas y todo tipo de jolgorio, ya que un ángel ingresaba al cielo. Numerosos relatos y pinturas son prueba de ello, además, muchos niñitos, quienes no pudieron ser bautizados, eran velados y enterrados con los ojos abiertos para ver: ¨La gloria de Dios¨.
El pésame estuvo constituido en felicitar a los padres o familiares, porque enviaban directamente a un ángel al cielo, sin que tenga que pasar por el trance del purgatorio. En estas ocasiones era muy común decirle a la doliente madre: ¨Que Dios preste a usted vida, para echar ángeles al cielo¨.